Francisco J. Múgica revolucionario, político y legislador

16/04/2013

Francisco J. Múgica, fue uno de los hombres más preclaros de nuestra vida nacional, en razón de sus hechos y acciones que se canalizaron siempre por el engrandecimiento y fortaleza de nuestra patria. Hombre vertical, estudioso de su patria y del mundo, alma del Constituyente, luchador de vanguardia, periodista limpio, el civil que se vuelve militar para luchar por los ideales de la Revolución, el político, el legislador, el agrarista, el administrador, el nacionalista y revolucionario, en suma, el estadista.

El General Francisco J. Múgica nació en Tingüindín, Michoacán, el 3 de septiembre de 1884. Participó en la Revolución desde 1909. Madero le reconoció su grado de teniente. Después se afilió al constitucionalismo y figuró como diputado en el Congreso Constituyente de 1916-1917. Gobernador de estados de Tabasco, Michoacán, y del Territorio Sur de Baja California. Asimismo, ocupó los cargos de Secretario de Economía y de Comunicaciones y Obras Públicas. Y murió el 12 de abril de 1954 en la Ciudad de México.

Acertadamente se ha dicho de él, que a más de 50 años de su muerte, sigue siendo guía de la izquierda mexicana. Como orador, estaba dotado de una gran inteligencia y de una vasta cultura. Siendo diputado el General Múgica no sólo fue el alma de la primera Comisión de reformas, sino también uno de los oradores más fecundos, batalladores y elocuentes del Congreso. Defendía sus puntos de vista con gran fervor que enseguida se ganaba al auditorio. La defensa de una Educación laica fue uno de los temas más relevantes en su labor como constituyente

Esta era la visión de un hombre cuyo nombre está grabado con letras de oro en el Muro de Honor del Salón de Plenos de la H. Cámara de Diputados.

"ningún momento de los que la Revolución ha pasado, ha sido tan grande, tan palpitante, tan solemne como el momento en el que el congreso Constituyente, aquí reunido, trata de discutir el artículo 3° de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos. ¿Y por qué, señores? Porque en aquellas etapas gloriosas no se trataba más que vencer de una vez por todas al que tenía el poder usurpado en sus manos o de acabar con la reacción, y aquí se trata de nada menos que el porvenir de la patria, del porvenir de nuestra juventud, del porvenir de nuestra niñez, del porvenir de nuestra alma mater, que debe engendrarse en principios netamente nacionales y en principios netamente progresistas [...]

La enseñanza es indudablemente el medio más eficaz para que los que la imparten se pongan en contacto con las familias, sobre todo, para que engendren, por así decirlo, las ideas fundamentales en el hombre [...]

[…] si dejamos la libertad de enseñanza absoluta para que tome participación en ella el clero con sus ideas rancias y retrospectivas, no formaremos generaciones nuevas de intelectuales y sensatos, sino que nuestros pósteros recibirán de nosotros la herencia del fanatismo, de principios insanos, y surgirán más tarde otras contiendas que ensangrentarán de nuevo a la patria, que la arruinarán y que quizá la llevarán a la pérdida total de su nacionalidad.”

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