The Global Vote, la propuesta británica para votar en cualquier país

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05/07/2017

The Global Vote, la propuesta británica para votar en cualquier país

The Global Vote, la propuesta británica para votar en cualquier país

Marco Gonsen | Editor

Editor General de Excélsior. Autor de la columna Memoria Flash sobre cultura digital. Con más de 20 años de experiencia en la industria periodística...

MEMORIA FLASH

El próximo viernes se cumplen diez años de que el sufragio universal pudo ser realmente… universal.

El 7 de julio de 2007 se dieron a conocer los resultados de la consulta convocada por el millonario suizo Bernard Weber para designar las Siete Maravilllas del Mundo Moderno, secuela contemporánea de una lista de monumentos clásicos que data de la Grecia antigua y que incluían a los templos de Zeus y Artemisa, el mausoleo de Halicarnaso, el coloso de Rodas, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Faro de Alejandría y las pirámides de Giza.

La propuesta de Weber fue muy cuestionada en su momento por obedecer, supuestamente, a criterios comerciales y de promoción turística, más que culturales. Sin embargo, a una década de distancia, hay que reconocerle un mérito: ha sido el más grande intento por celebrar una votación en la que prácticamente pudiera participar todo el mundo. Y jamás habría sido posible sin la existencia de internet.

En el sitio www.new7wonders.com, Weber narra que su movimiento germinó en los años 90, cuando el mundo analógico comenzaba a tornarse digital. Reflexionó que, por primera vez en la historia de la humanidad, era técnicamente posible un ejercicio democrático que demostrara el verdadero potencial de la red para llegar a todas las personas del planeta. Para ello pensó en crear un concepto que fuera fácilmente reconocible por distintas culturas, que las animara a interactuar entre sí.

Se inspiró en el barón Pierre de Coubertin, que en 1896 propuso resucitar los Juegos Olímpicos, y así, en 1999, decidió revivir otro concepto, también helénico, de seleccionar un conjunto de construcciones que representaran lo mejor de la humanidad.

Llamé a esto simplemente la nueva lista oficial de las siete maravillas del mundo”, escribió Weber. “Oficial, porque queríamos reconocer la autoridad y legitimidad última que nos otorga la libre elección y la voluntad democrática del pueblo”.

La campaña adquiró una enorme resonancia gracias a que atizó fervores nacionalistas entre gobiernos y ciudadanos. También fincó su éxito en la cabalística estrategia de anunciar el resultado final el séptimo día del séptimo mes de 2007.

Lo que no logró fue reconocimiento “oficial”. Aun cuando Weber invitó a la UNESCO a sumarse a New7Wonders, el organismo se deslindó de la iniciativa, cuestionó su falta de rigor metodológico, la calificó de mediática y puso en duda su efectividad democrática pues la lista, apuntó, reflejaría “sólo las opiniones de quienes tienen acceso a internet y no del mundo entero”.

Y ni siquiera eso era del todo cierto: la plataforma de Weber reconoció que no tenía la capacidad técnica de impedir que los cibernautas votaran dos o más veces. La única forma de desanimar a los participantes era registrando su dirección de correo electrónico una vez que emitieran el sufragio. Al final, unos 100 millones seleccionaron a Chichen-Itzá, Petra, el Taj Mahal, la Gran Muralla China, Machu Picchu, el Cristo Redentor y el Coliseo Romano.

Ya sin el ruido descomunal que generó su primera “jornada electoral”, New7Wonder ha organizado otras dos encuestas globales, una para designar a las nuevas maravillas de la naturaleza y otra a las nuevas ciudades; entre las tres han sumado 600 millones de sufragios. Y para mantener viva su apuesta, en septiembre arrancará la campaña para elegir Siete Símbolos de Paz.

Lo curioso es que en estos diez años no se haya replicado la experiencia de una urna digital que congregue a todo el orbe. Lo más parecido es la propuesta del profesor británico Simon Anholt, que en 2016 lanzó The Global Vote, un sitio que permite a cualquier persona sobre la Tierra “votar” en los comicios de cualquier país, inspirado en la idea de que, en un mundo tan interconectado como el de hoy, lo que ocurra en una nación afecta inevitablemente al resto.

Se trata, por supuesto, de una participación simbólica para hacerle ver a los electorados de los diversos países que no están solos en el mundo, y que sus decisiones no sólo conciernen al territorio que habitan, sino que impactan a la humanidad entera en los ámbitos geopolítico, migratorio o comercial.

The Global Vote fue lanzado poco antes de que el Reino Unido acudiera a la consulta sobre el Brexit, pero no estuvo listo técnicamente para recibir una votación copiosa. Rechazarlo ahí hubiera sido una maravilla.

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