Contra el pragmatismo

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29/05/2017

Contra el pragmatismo

Contra el pragmatismo

Mario Luis Fuentes | Colaborador

Licenciado en Economía por el ITAM, y Maestro en Desarrollo Regional por el Instituto de Estudios Sociales de la Universidad de la Haya Holanda. Realizó...

México Social

El pragmatismo es una teoría, pero a la vez es una doctrina política en la cual se asume que la mejor manera de juzgar la pertinencia, e incluso la verdad de ciertas decisiones morales, es centrarse en sus efectos prácticos. William James llegó a plantear en ese sentido que “lo verdadero es lo ventajoso”.  Pareciera, en un primer momento, que esta posición permite superar la crítica kantiana a la idea relativa de que “el fin justifica los medios”. Recuérdese que en eso consiste el imperativo categórico: siempre tratar a las personas como fines en sí mismos y jamás como medios. 

Para el pragmatismo este imperativo no siempre resulta útil para una sociedad pues, en ocasiones, es sólo a través de ciertos medios que lo “ventajoso” o “práctico” para una sociedad puede alcanzarse. Así las cosas, hay determinadas situaciones en que el Estado o las instituciones públicas, por ejemplo, deben asumir decisiones que, analizadas de manera aisladas podrían resultar condenables, pero cuyos efectos futuros o posibles, hacen que esa determinación se vuelva aceptable.

Considerando estas posiciones, la cuestión que es importante plantear en nuestros días es, en qué medida el pragmatismo es compatible con la democracia. Dilucidarlo implica considerar tres premisas básicas: a) La democracia constituye el discurso en que todos los discursos son posibles, excepto el que atenta en contra de la propia democracia; b) La democracia, o es social, o no es auténticamente democracia; y c) la concreción del Estado democrático implica por necesidad que éste sea un Estado de bienestar; de otro modo, no es democrático.

Hoy, frente al gobierno de Donald Trump; frente a las propuestas y posiciones de los partidos conservadores en Europa; frente a nuestros débiles sistemas democráticos en América Latina, tenemos la responsabilidad de construir nuevas propuestas éticas para la práctica política; para la defensa a ultranza de los derechos humanos y para la reconstrucción del Estado de bienestar.

La corrupción, la impunidad, la desigualdad, la pobreza y los rezagos sociales, la violencia, las agresiones contra la prensa y la sociedad civil, entre otros males cotidianos, son resultado en buena medida del asentamiento de un pragmatismo cínico en prácticamente todas las esferas del poder; por lo que, en democracia, urge rechazarlos y construir alternativas verdaderamente comprometidas con los derechos humanos.

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