La trágica noche de Iguala: verdades históricas que mantienen sin respuesta a los padres de los 43

Hilda Castellanos-Lanzarin | COLABORADORA   26/09/2022

FOTO: Cuartoscuro

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Hilda Castellanos-Lanzarin | COLABORADORA

Es la noche del 26 de septiembre de 2014. En México, en el municipio de Iguala, Guerrero, gobernado en ese entonces por el hoy encarcelado alcalde, José Luis Abarca,  estaba por escribirse  uno de los episodios de violación a los derechos humanos más funestos en la historia reciente del país: la trágica noche de Iguala.

43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, y ahora se sabe, Julio César López Patolzin, un militar infiltrado,  fueron desaparecidos y  murieron a  manos del crimen organizado. 

El caso ha pasado de la “verdad histórica de Murillo Karam”,  a la aseveración de la “verdad de Encinas”  de que “fue el Estado”. 

En sus conclusiones “históricas” Jesús Murillo Karam, procurador General de la República en tiempos de Enrique Peña Nieto, aseguraba que los normalistas fueron secuestrados, asesinados  e incinerados, entre la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, y sus restos habrían sido arrojados al Río San Juan, en Cocula.

Todo ello, por integrantes del Grupo delictivo Guerreros Unidos, quienes “presuntamente ligaban a los estudiantes con sicarios de Los Rojos”, banda antagónica.

A finales de agosto de este 2022, en un informe preliminar, Alejandro Encinas, el flamante presidente de la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia por el Caso Aytozinapa, echó por tierra la investigación de Murillo Karam, y como le decía, afirmó el funcionario que se trató de “un crimen de Estado, que involucra tanto a autoridades federales, locales, policías estatales y municipales” y al propio Ejército.

Se aseguró  que de todo ello, según Encinas, estaban enterados los padres de los 43.

Sin embargo, el fin de semana explotó otra bomba: el informe de la Comisión de la Verdad tenía testados una gran cantidad de textos, en  los que se especifica que  “casi todos los 43 normalistas que desaparecieron el 26 de septiembre de 2014 fueron asesinados, descuartizados y enterrados esa misma noche”.

Aunque, seis de ellos estuvieron vivos cuatro días más, hasta el 30 de septiembre, custodiados por integrantes del Ejército, en una bodega de Pueblo Viejo. Luego serían asesinados y sus cuerpos desaparecidos. 

Alejandro Encinas condenó la “filtración” pero no negó que dicha información fuera falsa. 

Sólo llamó a la comprensión de los padres de los normalistas desaparecidos, esos  a los que hoy, 26 de septiembre, pero de 2022, y en la antesala de una megamovilización en la Ciudad de México,  se les pide “no manifestarse de manera violenta”.

Es máxima verdad que la  justicia no se demanda con violencia, o que esta misma violencia “no se frena con más violencia”.

Pero, qué haría para exigir justicia y verdad por la desaparición y muerte de un hijo.   “Hasta debajo de las piedras buscaría”, le gritaron en alguna ocasión a Felipe Calderón. Hoy es 26 de septiembre, y los padres de Ayotzinapa no han tenido ni siquiera la oportunidad de velar, despedir y sufrir el duelo. 

Han caminado kilómetros, en marchas, mítines, protestas, muchas veces con gritos, pero la mayoría de ellos en silencio, que viene del vació ante la nula respuesta del Estado, ese que “les desapareció” a sus hijos.

Uno de los padres de los 43 se pregunta: “verdad, cuál verdad, o cuál justicia”. 

Lo único que hoy tienen son verdades a medias, mientras, el   caso se entrampa y gobiernos de estos y de otros tiempos usan la máxima “fue el Estado”.

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