No hay desarrollo ¿sin derechos humanos?

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03/04/2017

No hay desarrollo ¿sin derechos humanos?

No hay desarrollo ¿sin derechos humanos?

Mario Luis Fuentes | Colaborador

Licenciado en Economía por el ITAM, y Maestro en Desarrollo Regional por el Instituto de Estudios Sociales de la Universidad de la Haya Holanda. Realizó...

México Social

El reciente informe del presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) confirma los temores expresados por muchos: vivimos en un país en el que hay un incumplimiento generalizado de nuestros derechos, pues, de acuerdo con su visión, pero también la contenida en otros diagnósticos, todos los días se incumple con los principios de universalidad, integralidad, transversalidad y progresividad mandatados en el artículo 1º de la Constitución.  

Las fosas que aparecen por todos lados y las que seguramente nos faltan, con sumo horror, por descubrir; la pobreza extrema y el hambre que aqueja, sobre todo, a los más vulnerables; la terrible corrupción que sangra y desgarra al sistema institucional; la simulación política y el cinismo de los más poderosos; todo conjura en contra de la posibilidad de un país incluyente y con oportunidades para acceder al bienestar.

Tenemos fisuras y verdaderos agujeros negros por todos lados: las cárceles de todo el país en manos de los delincuentes; la connivencia de las autoridades locales con el narcotráfico y, en general, con el crimen organizado; una clase empresarial agazapada y sólo pendiente de sus intereses más inmediatos; partidos políticos que ya no representan a nadie y un largo etcétera que cuestiona hasta sus cimientos a nuestra frágil democracia.

Quedan cada vez menos espacios para anhelar en el corto plazo la posibilidad de una “alegría social” presente en todo el territorio nacional. Quedan también cada vez menos argumentos para defender a las instituciones democráticas; y quedan también cada vez menos recursos para convocar a la movilización social en aras de la transformación del país.

No hay espacio para más vacilaciones; para seguir asumiendo que la política es el arte de lo posible. Al contrario, una visión ética del desarrollo debe exigir que la política se convierta en el arte de concretar los consensos requeridos para alcanzar lo necesario, e incluso más allá, para acceder a una lógica de prosperidad permanente.

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